Artículo escrito por Franco Ramírez
En investigación en psicoterapia, más importante que un enfoque teoría o estilo de abordaje; lo fundamental es el vínculo terapéutico, es decir el lazo entre el paciente y su terapeuta (Strupp 1996).
Inicialmente en las primeras entrevistas durante las sesiones, se establece una vía para el paso de una relación terapéutica hacia un vínculo terapéutico. Vale preguntarnos entonces ¿cómo acontece dicho vínculo terapéutico? ¿Qué características lo definen?
Para Rober (2017) la construcción del vínculo terapéutico, en primer término, es responsabilidad del terapeuta. Desde el comienzo, el terapeuta debe atender al equilibrio entre la apertura incondicional hacia el paciente y la condicionalidad propia del proceso de psicoterapia. Es decir, disponernos para recibir lo que el paciente trae: sus emociones, sus angustias, sus preferencias, sus anhelos y sus preguntas. Los terapeutas, sin juicio a priori, nos dirigimos abiertamente a escuchar lo que un paciente enuncia, tanto su relato previamente definido, como aquello que surge espontáneamente en el encuentro.
La sesión es la instancia donde las palabras encarnan. Es el terreno propicio para el despliegue de las certezas, las dudas, y lo indefinido; es el momento donde las condiciones permiten dar cuenta de la propia experiencia. Es en este contexto y encuadre, los terapeutas proponemos una respetuosa curiosidad. Son las preguntas y los comentarios elegidos clínicamente por los terapeutas, los que movilizan nuevas descripciones de lo que sucede y de la propia experiencia, en ello nos es posible afinar la escucha hacia lo singular de cada quién. En este sentido, se promueve un diálogo, donde ambas partes empujan la posibilidad del encuentro. Luego, una vez que se aborda la crisis - eso que rebalsó el vaso – se abre paso hacia la interrogante central de la psicoterapia: ¿Quién eres tú? Cuéntame tu historia.
Las condiciones de este lazo entre terapeuta y paciente pasan por dicha disposición a recibir, en la apertura incondicional de entrada en un encuentro. Los terapeutas proponemos: hable, que yo lo escucho. Luego contrastamos la apertura de inicio, con la condicionalidad necesaria y recíproca entre ambas partes. El paciente: Le hablo lo que puedo según cómo me sienta. Los terapeutas presentamos el encuadre de la terapia y, con las sesiones mismas, transmitimos nuestro estilo de trabajo. El paciente, por su parte, de manera explícita o implícita, nos plantea sus necesidades y peticiones. De este modo, en concreto, las condiciones del día de sesión, su horario, el ritmo de conversación, la elección de los temas (entre otros asuntos); serán parte de un pacto que se irá acordando para establecer y consolidar un vínculo terapéutico.
Las conversaciones previas o iniciales de las primeras sesiones son muy importantes para la construcción de un vínculo terapéutico. Es el tiempo donde ambas partes, paciente y terapeuta, observan qué sucede ahí en el diálogo. La hospitalidad de la apertura incondicional del terapeuta es un piso para comenzar, es la contención de base para que el paciente pueda hablar libremente. Con los emergentes de sintonía se confirma la afinidad entre las partes y otorga la confianza suficiente para apostar y permanecer en el proceso, es la fuerza que sostiene las incertidumbres y las preguntas que aún no pueden ser respondidas.
Luego, en el ir y venir de las palabras, se juega la posibilidad de los aciertos y las fallas en la relación terapéutica. Es decir, los momentos de sintonía, de coincidencia, de afinidad; y los momentos de no coincidencia, de desvío, o de parcial desencuentro. En terapia no es posible (ni deseable) responder a lo que se espera o solicita de manera exacta. Los desencuentros, entendidos como: errores de comunicación, propuestas que no alcanzan la expectativa, o aquellas respuestas tangenciales que, rodean y no dan en el centro del asunto; todas estas fallas son igual, o más importantes, que los momentos de sintonía. Son los desencajes necesarios que dan paso a otras palabras, a diferentes versiones; a nuevas maneras de enunciar eso que tantas veces ha sido dicho del mismo modo.
En la relación terapéutica todo aquello que no coincide, señala la diferencia, alteridad que permite la posibilidad de un encuentro. El camino del vínculo terapéutico como la apuesta de eventualmente a momentos cruzar las perspectivas entre uno y otro, situación que permite incrementar la confianza y abrir a nuevas interrogantes, una rueda donde circula el decir y la escucha. Las sintonías afirman el vínculo, incrementan la intimidad y la cercanía; los baches del camino - lo que no acierta – constituye los incidentes necesarios para que surja lo nuevo.
Una vez establecido ese primer momento de apertura, entramos en el proceso de afianzar los lazos, el paciente cuenta las historias vividas, sus sensaciones y emociones. Habla libremente, confía que su terapeuta lo escucha sin juicio y que hará las puntualizaciones que considere clínicamente necesarias; y así se teje lo nuevo por crear. Las historias del pasado, las ideas o pensamientos, las situaciones de la contingencia, son los elementos que el paciente proporciona. La materialidad de un relato da terreno para construir vínculo. La sintonía y sus fallas entre paciente y terapeuta serán condiciones necesarias e inevitables para hacer el camino que nos lleve a un puerto único y desconocido. El encuentro entre paciente y terapeuta es el (des)encaje momentáneo que permite nuevas palabras, otros significados y renovados sentidos. La ley de la diferencia da lugar a la singularidad.
El desarrollo de un vínculo terapéutico requiere de un código interno. Código que emerge propio del encuentro entre dos, uno y otro en el marco de determinadas condiciones, las condiciones de la psicoterapia. Dicho código compartido estará compuesto de expresiones, metáforas y analogías.
Aquellos recursos propios del vínculo otorgan nuevas hebras de sentido. De este modo, se establecen los puentes para las nuevas descripciones de lo experimentado y las respuestas propias y personales para el presente, así como también se constituyen como base, para las respuestas que están por venir.
Referencias:
Strupp, H. (1996). The tripartite model and the Consumer Reports Study. American Psychologist, 51 (10), 1017-1024.
Rober, P. De Haene. L. (2017) Hospitality in Family Therapy Practice: A Further Engagement with Jacques Derrida. Australian & New Zealand Journal of Family Therapy, Vol 38, Issue 3, p378. (Traducción libre de Claudio Zamorano Díaz).
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